Amor

– No mi querida Bestia, no morirás –le dijo la Bella- ; vivirás para convertirte en mi esposo: desde este momento te doy mi mano y te juro que no estaré más que contigo. ¡Ay! Creía sentir solo amistad por ti, pero me he dado cuenta que no podría vivir sin verte.

Apenas hubo pronunciado la Bella estas palabras, vio el castillo brillante de luz; en fuegos de artificio, la música, todo le anunciaba una fiesta, pero estas bellezas no retuvieron su atención; se volvió hacía su querida Bestia, cuyo estado la hacía estremecer. ¡Qué sorprendida quedó! La Bestia había desaparecido, y ya solo vio a sus pies un príncipe más hermoso que el Amor, que le agradecía el haber terminado con la figura […]

 

Mme. Leprince de Beaumont

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