Entrevista a Jesus Martin Barbero “Los jóvenes nos hablan en medio de mucho ruido y hay que saber escucharlos”

 

 

La presente entrevista se realizó en el marco del “Encuentro de Lugares”, evento teórico del 42 Salón Nacional de Artistas, celebrado en Cartagena- Colombia en el mes de febrero del 2010.

LL: Es claro que las tecnologías desplazan al arte y la educación, varios trabajos tuyos se mueven en esta relación, pero nos gustaría saber tus apreciaciones en sentido inverso. Cómo el arte y el pensamiento artístico pueden desplazar o inquietar las tecnologías y sus posibilidades?

JMB: En el fondo todas las tecnologías tienen algo de participativo, pero la posibilidad de interactuar que abren las actuales es un hecho importante para el arte. Sin embargo el lugar de lo artístico en nuestras sociedades hay que mirarlo en términos de subversión, de escapar a ese especie atontamiento, de fuga de esa búsqueda del gran padre que sufrimos por la cantidad de miedos e inseguridades que tenemos (los populismos no llegan porque sí). El arte, creo, es lo último que nos queda en términos de acompañar procesos más creativos y críticos, pero no dejándose funcionalizar por los cambios tecnológicos, sino poniendo su propia capacidad de cuestionar, de desubicar. Buena parte del poder opera sobre y con nuestra inercia, y nos volvemos incapaces de cuestionar, movilizar, cuestionar. En ese sentido yo diría que la capacidad que tiene el arte de construir sentido es importante y no se puede hacer con el artista encerrado en su cuarto, asumiendo el cambio de sensorium, asumiendo la experiencia mayoritaria de la gente, de la gente común. La experiencia de aquellos que en el fondo son los que menos derechos tienen. Yo diría que el arte es el último ámbito desde el cual la sociedad se re- piensa, se re-crea, se rehace, se reinventa. Las inercias son demasiado fuertes.

LL: Es evidente que las culturas juveniles encuentran sus modos de presencia política y expresiva a través de recursos comunicaciones. Parece darse una simbiosis entre un deseo de expresión que es más estético que argumentativo o partidista, y las tecnologías comunicacionales las cuales ya de suyo involucran lo estético con la imagen, lo sonoro, la palabra. Cómo valoras este encuentro considerando que lo estético, entonces, adquiere una relevancia significativa al pivotear entre los deseos de la gente, la misma tecnología, y la necesidad de buscar una manifestación política renovada.

JMB: Allí es clave la definición de Ranciere sobre la repartición de lo sensible. Porque repartir es compartir y también separar, separar a quién se le da y a quién no. Yo diría que hemos vuelto a vivir una situación en la que la estética tiene mucho menos que ver con las artes, en sentido formalista, que con la sensibilidad de las gentes. Hay una sensibilidad como capacidad de innovación ligada justamente a momentos de crisis e incertidumbre. Allí hay una liberación de fuerzas, una especie de liberación de energías que es necesario capitalizar.

Yo diría que los jóvenes no están buscando hacer arte, buscan expresarse. Perciben el mundo de otra manera, su relación de espacio-tiempo es bastante distinta de la nuestra, y ello lo vemos en la intensidad que ponen en un chat, una intensidad incomparable a las nuestras. Me acuerdo que alguna vez Javier Echavarría, el filósofo vasco que empezó a hablar del tercer entorno y de los ecosistemas comunicativos, en alguna oportunidad dijo algo así como: “bendita sea la hora en que del lenguajes van a dar cuenta los ingenieros y los jóvenes”. La gente joven está reinventando el lenguaje porque no tienen el vocabulario para nombrar sus mundos con nuestro vocabulario, por eso realizan muchas rupturas sobre lo visual y sonoro. Hoy mezclan artes, por ejemplo inventan otra notación para la sonoridad del rock, para hacer rock con la gente de otros países. Han logrado una notación más económica. Están haciendo música pero no es solo música lo que allí se produce, es relación, encuentro. Igual sucede con los graffiteros, ellos no hacen sólo graffiti, allí se ponen en juego otras cosas. Como en el origen del graffiti, muy ligado al mural, pero queriendo ser un grito y un deseo de contar una historia. Hay una relación de ida y vuelta del graffiti y el mural.

Esto, a su vez, tiene que ver con la disolución de fronteras entre disciplinas y saberes, las fronteras del saber se diluyen porque los objetos no caben en los casilleros. Las casillas de la plástica, de la música, son limitadas e insuficientes para la época actual La experiencia contemporánea echa mano de lo que tiene y en esa acción anula el encasillamiento disciplinar.

LL: A propósito de ese tema, cómo todo esto que describes incide en la educación, en concreto en la educación artística? Cómo el arte y la experiencia estética puede pellizcar e inquietar los modos de educación vigentes?

JMB: Si hay una época que se puede llamar de la educación es esta, una época del conocimiento, época en la que el valor agregado es el conocimiento. Pero hay que entenderlo desde las diversas inteligencias y modos de saber. Eso es fundamental. Una de las grandes claves es que en el ámbito del saber y de los sentidos hay un descolocamiento muy fuerte, hay inteligencias distintas, pero es claro que son inteligencias Hay muchas tesis de antropología que evidencian esos saberes que desconocemos o no reconocemos, y no se trata solamente del saber de los indígenas, también el de los campesinos o del paseante de la gran ciudad también.

El problema es que se ponen en cuestión ciertos conocimientos, conocimientos no computarizables. Por ejemplo la memoria de los abuelos la mandamos al cesto de la basura, en una sociedad que no puede prescindir de la memoria. Y no solo se trata de la memoria larga, del pasado, también de la memoria de las personas. Así mismo se ignoran los saberes que vienen de las distintas culturas.

La escuela, querámoslo o no, es una institución que media, es socialmente estratégica en el acceso a una serie de recursos y saberes pero en la que se agazapa el viejo poder del letrado, el viejo poder del culto, eso debería ceder el paso a un diálogo de saberes. No se trata de nuestro saber, sino de saberes que dialogan. Ejemplo de ello fueron los indígenas del Cauca planteando qué significaría para ellos introducir la escritura en su cultura. Un desafío cultural de primera porque toca todo, la noción de autor, la noción de propiedad, etc.

Por otra parte surge la inquietud de cómo logramos que la capacidad innovadora y creadora prevalezca sobre las inercias de las fórmulas. Allí aparece otro lugar para lo artístico. No es que no tengamos que trabajar con fórmulas y modelos que han servido, se trata de promover una escritura que permita expresarse, que permita reinventarse, no que cumpla con un canon. Allí es donde la ficción de un adolescente, la manera como un adolescente se imagina a sí mismo, puede ser lo real de lo real.

Lo educativo no es el sistema escolar, pero en estos países mal que bien es un cierto modo de redistribución social. Hay que llevar allí estas inquietudes. Los alumnos ya no son los mismos de hace 25 años, hay que ponernos de la mano de la gente joven a aprender cuáles son sus miedos y con qué sueñan, no para enseñarles la historia del pasado para acá, más bien a poner el presente en historia, de lo contrario difícilmente se interesan o entienden. Muchos profesores de historia sufren terriblemente hasta que los muchachos empiezan a pedir a sus abuelos que les cuenten su historia, y el abuelo empieza ahora, no desde el pasado.

LL: Que y cómo investigas? Cómo mantienes esa capacidad de escucha de los jóvenes, de sus estéticas y nuevas sensibilidades?

JMB: Yo a estas de la vida sólo investigo lo que me da esperanza, no puedo darme el lujo de investigar para volverme más apocalíptico. Yo escojo las brechas, todas las paredes tienen grietas, si uno se queda en que paralizado frente al muro se suicida, es necesario abordar las brechas y para eso necesitas ser original y romper con los modelos que te han dado. Como devolverle al alumno la capacidad. Es vital poder acompañar y acompañarse de los alumnos, de sus exigencias, aprender con ellos. Nos están hablando en medio de mucho ruido y es necesario saber escucharlos. Y la Universidad y la escuela secundaria no lo hace con frecuencia, y no se trata de escucharlos como en un laboratorio sino de acompañar los procesos. Yo lo he hecho por pura intuición.

Fotografía: Julio Albarrán

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